Por más escándalos que acumulen, algunos perfiles políticos parecen inmunes al desgaste. Tal es el caso de la senadora Andrea Chávez, quien, a pesar de la exposición pública de las cuestionadas unidades médicas móviles —contratos asignados con opacidad y presuntas triangulaciones— sigue sonando como posible candidata a la gubernatura de Chihuahua para el 2027, por supuesto, por Morena.
No es menor el hecho de que, entre los involucrados en estos señalamientos, aparezca también el nombre de Adán Augusto López Hernández, padrino político de Chávez Teviño y quien ha sido señalado por su cercanía con estos manejos. Sin embargo, la maquinaria política del Grupo Tabasco no parece dar señales de pausa o introspección. Al contrario: en un contexto donde la rendición de cuentas se diluye entre narrativas de “guerra sucia” y persecución política, las aspiraciones de Andrea siguen su curso.
Lo paradójico —y lo preocupante— es que este tipo de personajes no solo sobreviven al escándalo, sino que, en muchos casos, crecen con él. La visibilidad, aunque negativa, se traduce en posicionamiento. Aunque hay quien opina que no hay publicidad mala. Y en un estado como Chihuahua, donde Morena aún busca consolidarse frente a una oposición fragmentada, la apuesta por una figura leal al centro del poder —aunque cargue un lastre ético— no parece fuera de cálculo.
No se trata de exonerar a la senadora ni de anticipar su candidatura, pero sí de señalar que, en la lógica de la política real, el descrédito no es necesariamente un freno. Lo que para la ciudadanía debería ser un punto final, para el sistema es apenas una coma. Andrea Chávez, con todo y el ruido que la rodea, aún no ha sido descartada. Y eso dice más del sistema que de ella.
Por más que los escándalos zarandeen su imagen, la senadora mantiene vivo el rumor de su posible candidatura a la gubernatura de Chihuahua, o al menos las intenciones de peleársela al alcalde de Ciudad Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, quien aceleró el paso tras el freno que, desde Palacio Nacional, le metieron en seco a la joven también juarense. Ingenuos aquellos que, presumiendo saber de política, descuentan a Andrea de la carrera por la silla que hoy ocupa Maru Campos.
Repasemos los hechos más contundentes, sin levantar un escudo, sino señalando las piezas que conforman un rompecabezas de presunta corrupción:
La sombra del “Grupo Tabasco”
Una investigación de LatinUs reveló que el empresario que financia las unidades médicas móviles de Chávez –cercano al senador Adán Augusto López Hernández– acumula más de 2 mil 250 millones de pesos en contratos otorgados por dos gobiernos estatales morenistas: Chiapas y Tabasco, este último cuando López Hernández fue gobernador (2018–2023)
Unidades médicas móviles: imagen y contratos
Según otro reportaje, también de LatinUs del 14 de mayo de 2025, tres empresas vinculadas a ese mismo círculo político han recibido más de 270 millones de pesos en contratos directos, sin licitación pública, para el suministro de insumos y mantenimiento de equipo en el Senado, donde ahora despacha López Hernández.
Entre ellas, destaca la proveedora de las “caravanas de salud” que Chávez Treviño ha paseado por municipios chihuahuenses, incluido Guadalupe y Calvo, de donde ya borró su nombre e imagen.
Pulso con Claudia Sheinbaum
El 9 de abril de 2025, se documentó la abierta inconformidad de la presidenta Claudia Sheinbaum hacia la senadora: “Se han cruzado líneas y es momento de poner reglas claras”, declaró tras el uso mediático de unidades oficiales para “campañas anticipadas”.
Pocos días después, Sheinbaum Pardo anunció que enviaría una carta a la dirigencia nacional de Morena para frenar estas prácticas antes de la temporada de campañas, y lo hizo, y se leyó en el reciente Consejo Político Nacional, pero con pedradas y alusiones no solo para Andrea, sino también para el impresentable Gerardo Fernández Noroña, para la propia María Luisa Alcalde, presidenta de Morena, para los Monreal y pues básicamente para el 99 por ciento de los morenistas.
Adán Augusto en la “lista negra” de EE.UU.
Medios y columnistas bien informados y con fuentes de alto nivel internacional, han ventilado que el Departamento de Estado de Estados Unidos contempla en su llamada “lista negra” a Adán Augusto López Hernández, junto a otras 43 figuras políticas señaladas por posibles nexos con el crimen organizado. Uno de Chihuahua, entre ellos.
Esa mención no sólo salpica la proximidad –política y presuntamente financiera– de Andrea Chávez con el senador, sino que introduce un riesgo de sanciones internacionales que ningún aspirante puede soslayar.
Ninguna de estas piezas, solas, basta para un jaque político definitivo: en el tablero de Morena, la lealtad y la visibilidad aún pesan más que el descrédito, y si este último no detuvo a la soberbia senadora, al menos exige al electorado y a la prensa mantener la lupa bien afinada: porque la impunidad se alimenta de la indiferencia. Ahí tienen a Cuauhtémoc Blanco, a Francisco Garduño y a un muy extenso etcétera de «morenos» que han sido cobijados por los que prometen con la mano en el pecho no mentir, no robar y no traicionar.