En política, no basta con ir arriba en las encuestas: hay que cuidar la forma de llegar a la meta. Esta semana, dos de los principales aspirantes a la gubernatura de Chihuahua, Marco Bonilla, alcalde de la capital, y Cruz Pérez Cuéllar, edil de Ciudad Juárez, protagonizaron un nuevo episodio del pleito que, desde hace años, divide al estado más grande del país, aunque ahora lo hacen como punteros indiscutibles rumbo a 2027.
Y es que la confrontación escaló a terrenos incómodos: acusaciones cruzadas de financiar campañas de guerra sucia, uso de medios afines, filtraciones desde supuestas agencias extranjeras, como la DEA, hasta el rumor de una cancelación de visa que resultó completamente infundado. Nada nuevo en tiempos preelectorales, pero sí una señal preocupante del tipo de contienda que se avecina: más enfocada en el lodazal que en las propuestas.
El pasado jueves, Cruz Pérez Cuéllar acusó abiertamente a Marco Bonilla de estar detrás de una serie de publicaciones donde se sugirió que el alcalde juarense estaba bajo investigación de la DEA y que su visa láser sería cancelada. Dijo tener elementos que apuntan al Gobierno Municipal de Chihuahua y a reuniones con comunicadores afines al panismo. La narrativa, aseguró, fue sembrada con astucia, usando medios digitales en otros estados como Quintana Roo y Tabasco para “maquillar” el origen de los ataques.
“Si está feo que te calumnien, peor es que te crean tonto”, dijo Pérez Cuéllar, quien regresó esta semana de un viaje internacional y confirmó que su visa sigue vigente. Lo dijo claro: “Esto viene de Marco Bonilla”.
Por su parte, el alcalde capitalino negó tajantemente las acusaciones y respondió con la misma moneda: “La gente no se chupa el dedo; quien paga para pegarme, es él”, aseguró Bonilla, al tiempo que indicó que varios comunicadores le han dicho abiertamente que reciben línea desde Juárez para atacarlo.
En medio del intercambio, ninguno ha mostrado pruebas concluyentes, aunque ambos aseguran tenerlas. Y eso solo abona a la narrativa que más daño causa en este momento: la de la percepción. En la política moderna, la percepción vale más que la verdad, y ambos lo saben.
A pesar de la guerra de lodo, las encuestas más recientes colocan a Bonilla y Pérez Cuéllar como los dos perfiles más competitivos para la gubernatura. Las consultoras los tienen a la cabeza dentro de sus respectivos partidos: Bonilla en el PAN, con amplia ventaja sobre otros panistas como Mario Vázquez, y Pérez Cuéllar como el perfil más fuerte de Morena, superando a figuras como Andrea Chávez y Juan Carlos Loera.
Ningún otro perfil parece tener la fuerza territorial, la estructura ni la proyección estatal de estos dos alcaldes. Pérez Cuéllar ha consolidado su liderazgo en los dos extremos, el norte y el sur -con epicentro en Parral- con una operación política intensa desde 2021, mientras Bonilla ha fortalecido su imagen con una gestión capitalina que presume estabilidad y obra pública. Y recientemente volteó a ver al sur, pero sin dominio del territorio como el juarense.
Pero el riesgo para ambos es el mismo: que las campañas anticipadas de ataques terminen erosionando su imagen antes de tiempo. Las guerras de lodo rara vez benefician a quien las inicia —o las tolera—, y mucho menos cuando los votantes están cada vez más hartos de la política tradicional.
Aunque ambos niegan haber lanzado la primera piedra, el escenario está listo -insistimos- para una guerra larga, sucia y polarizada. Bonilla ya anunció que no volverá a tocar el tema, pero queda claro que las heridas están abiertas. Pérez Cuéllar, por su parte, insiste en que detrás de la narrativa en su contra está la cobardía de quien no da la cara. Mientras tanto, el electorado observa con recelo. ¿Es esto lo que quieren ofrecer como anticipo de sus proyectos de gobierno? ¿Campañas de desprestigio, fake news y manipulación mediática?
En un estado con serios desafíos como la violencia, la crisis hídrica y el rezago económico en amplias zonas, la ciudadanía demanda otra clase de liderazgo: uno que debata ideas, no que difunda rumores, porque al final, Chihuahua no necesita un gobernador que gane a base de desinformación, sino uno que sepa cómo gobernar sin dividir, que de eso ya se encarga el Gobierno Federal desde hace 7 años.
La gubernatura va de a dos: Bonilla y Pérez Cuéllar. Los inventados e entrarán para atomizar las preferencias o, cuales buitres, lograr posiciones. Entonces, Marco y Cruz están a tiempo de cambiar el tono. Pero si no lo hacen, no se sorprendan si, cuando llegue el momento de votar, el electorado decide castigar a quien más ruido hizo y menos propuestas ofreció.