En Parral y la región, para no irnos más lejos, existen varios casos de periodistas que saltaron a la función pública y han desempeñado cargos de elección popular y que, al concluirlos, regresan a la labor informativa, conservando las amistades que tenían antes y sumando nuevas que se adquirieron en ejercicio del servicio.
Tres botones dan muestra de ello: Alfredo Salayandía, síndico, regidor y candidato a diputado, con alta estima entre la sociedad parralense; Rafael Montoya, alcalde de su natal San Francisco del Oro y también candidato a diputado local; o Roberto Gallardo, quien llegó a ser presidente municipal de Santa Bárbara, sin mencionar a un sinnúmero de reporteros que han dirigido el área de Comunicación Social o han asesorado a legisladores, ediles y demás.
Con independencia de los yerros propios de cada uno en cuanto a su desempeño, todos se reintegraron a la sociedad común y corriente y, al menos dos de ellos están frente a cámaras o micrófonos con buen rating y los errores que hayan cometido, fueron de ellos, de las decisiones tomadas en el momento, pero con la gran diferencia de que fueron propias, no ordenadas. Dueños de su decir, propietarios de sus acciones.
Los casos mencionados con nombres y apellidos son los que más destacan porque tienen el mismo común denominador que el actual alcalde de Parral, es decir, que provienen de los medios de comunicación, sea una cabina de radio, un estudio de televisión o un periódico, pero entre los aludidos y César Peña Valles existe una brecha muy grande: ninguno maltrató tanto a sus colegas ni se olvidó de su carrera periodística como vergonzosamente le sucedió al hoy presidente de la Capital del Mundo, que no de lo bueno.
César se enoja con los cuestionamientos, agrede verbalmente, amenaza con retirar convenios de publicidad si le señalan e incluso gestiona la pérdida del empleo del reportero que osa criticarle o realizarle alguna pregunta incómoda. Pero ni esa gestión le resulta al alcalde. No le tienen el mínimo temor porque saben que él no manda y siempre se podrán arreglar más arriba. Además, pretende gastar saldos que no tiene, porque él no es, ni de lejos, su antecesor.
Ya se le olvidó a Peña cuando él se comportaba con un férreo conductor de noticias que gustaba – así lo presumía – de incomodar a los políticos, de recibir beneficios disfrazados de ayuda social, de hacer caravanas con sombrero ajeno y repartir apoyos que recibía de terceros a los que hoy paga con ingratitud. Utilizaba casos reales con música dramática de fondo para obtener la beneficencia de la población, pero sobre todo de quienes ocupaban algún cargo público y como no estaba obligado a rendir cuentas…
¿Podrá regresar a los medios con la conciencia tranquila y con las relaciones intactas, ya no digamos fortalecidas? Porque eso de reelegirse es un sueño guajiro cuando menos de 3 de cada 10 parralenses apoyarían esa aspiración y con una imagen tan desgastada, producto de un gobierno opaco, mediocre y sin rumbo, ha afectado a Movimiento Ciudadano como partido en las encuestas de preferencias.
Peña ataca ahora a los políticos y empresarios de los que antes se benefició por medio del micrófono. Incluso él también producía una columna de crítica y sátira política, pero ahora que probó estar del otro lado, no supo cómo reaccionar a lo que durante años hacía, lo que se conoce coloquialmente como probar una cucharada de su propio chocolate.
Un presidente que alejó a sus cercanos y se quedó solo, porque ni siquiera puede contar o confiar en los miembros del gabinete del que, en teoría, es jefe, pero sobre el que no tiene autoridad alguna.