Por Héctor Chávez
Si uno busca entender el complejo entramado económico y laboral que envuelve a Parral en los últimos años, debe observar dos puntos clave: la presencia de Grupo Coanzamex S.A de C.V, desde antes de 2013, y el cambio de panorama en 2016 con la llegada de Alfredo «El Caballo» Lozoya a la alcaldía.
Las esperanzas estaban altas cuando Coanzamex, subsidiaria de la minera canadiense GoGold Resources Inc., anunció acuerdos que beneficiarían a la comunidad, especialmente a los materialistas de los distintos sindicatos de Parral. Sin embargo, todo tomó un giro en 2016.
Con el arribo de Lozoya al poder, conocido por su controversial gestión, la dinámica con Coanzamex experimentó cambios significativos. Los materialistas, quienes inicialmente vieron en los acuerdos una oportunidad de trabajo estable, desde entonces denuncian bloqueos y prácticas poco claras, con la empresa argumentando intervalos de pagos y sugiriendo la autofinanciación por parte de los trabajadores en el intermedio.
El choque entre las promesas iniciales y la realidad palpable ha generado descontento y demandas de mayor transparencia. Y mientras Coanzamex reporta ganancias brutas anuales que ascienden a más de 100 millones de dólares en la bolsa de valores ante sus accionistas, los parralenses se cuestionan sobre el destino real de esos recursos y el cumplimiento de los acuerdos laborales.
Lozoya, una figura gris en la historia de Parral, nunca hizo algo por despejar las dudas y restaurar la confianza en el pacto con Coanzamex. Ahora que juega al ajedrez con piezas desechables menos tendrá interés en hacerlo. Si algo sale mal él simplemente se lavará las manos. La responsabilidad, al menos de esta última gestión, será de César Peña. Si en un futuro se llega a hacer una auditoría en retrospectiva, toda la responsabilidad la tendrá que asumir su alfil en turno, puesto que él firmó de recibido todo en orden al llegar a la administración, por lo que el faltante será responsabilidad de este último.
Por lo pronto, nosotros como parralenses, no nos queda de otra más que esperar a que tengamos un cambio de gobierno para que toda esta gestión grisácea desaparezca del mapa de Parral y podamos volver al rumbo del giro que realmente le tenemos que dar a la ciudad. Parral, la Capital Cultural del Estado de Chihuahua, últimamente llamada Pueblo Mágico, merece ser tratada como tal y no como un botín para manejar una concesión partidista de donde salen negocios para un par de rufianes.