Redacción de ‘El Papelerito’
La repentina “premura” del gobierno de Salvador Calderón por arrancar la rehabilitación del campo de béisbol del Tecnológico de Parral no es una muestra de eficiencia: es un síntoma de desesperación. Bastó que la síndica municipal, Dalila Villalobos, exhibiera en Cabildo —con datos duros y frente a todos— que dos de las tres obras ganadoras del Presupuesto Participativo 2024 seguían en ceros y otras más alcanzaba menos del 40% de avance para que, tan solo unas horas después, el Municipio anunciara con bombos y platillos el inicio del proyecto más visible y más votado. El timing no solo delata; confirma.
Porque la obra no arrancó por agenda, ni por programación, ni por buen gobierno. Arrancó por presión. Y arrancó tarde. Nomás con siete meses de retraso desde la votación ciudadana, sin avances en el crematorio municipal ni en el CBTis 228, y con el calendario presupuestal encima, la administración de Calderón está intentando salvar, a última hora, un ejercicio legal que exige que los recursos se ejecuten dentro del año fiscal. Eso dice la Ley de Participación Ciudadana. Eso dice el sentido común. Pero eso, claramente, no lo dice el estilo de gobierno de Chava Calderón.
Y la maniobra política disfrazada de obra pública se desvela porque, mientras Presidencia intentaba proyectar entusiasmo estudiantil, liderazgo municipal y narrativa de cercanía ciudadana, en el entorno interno corría otra versión:
no hay dinero.
Se sabe que el Municipio solicitará a Gobierno del Estado un adelanto de participaciones para poder pagar aguinaldos y cerrar el año sin quebrar. En ese contexto, la promesa de rehabilitar todo el campo —dogouts nuevos, pasto sintético, estructura, gradas, nivelación, terracerías— se parece más a un sueño presupuestal que a un proyecto viable en mes y medio, por no decir que es un acto de ilusionismo político.
La posibilidad de que lo único que se alcance a “construir” sean unas bardas perimetrales y unas gradas, es real. Es decir: más otra obra a medias. Otra raya al tigre. Porque si algo ha caracterizado a la administración de Calderón es su afición por negar problemas hasta que estallan en público: lo hizo con la salida de directores de Obras Públicas, lo hizo con los de Seguridad Pública, lo hizo con la injerencia de sus hermanos y lo hace ahora con el Presupuesto Participativo.
A la primera señal de crítica, improvisa: rompe listón, sonría para la foto, narra épica deportiva… y luego que la realidad vea cómo se acomoda. La obra la usa como distracción, no como deber
En la fallida estrategia de comunicación queda claro que su objetivo no es informar: es cubrir, sí, cubrir crisis, cubrir omisiones, cubrir decisiones tardías, cubrir errores propios proyectando culpas ajenas. Por eso, cuando la síndica exhibió públicamente el incumplimiento, Comunicación Social hizo lo que siempre hace cuando el agua les llega al cuello: correr, no comunicar.
El resultado fue el anuncio exprés del arranque del campo del Tec, y al día siguiente el boletín con discurso, fotos, estudiantes, reflectores y una narrativa que, aunque bien ensayada, no resiste un dato: ¡la obra debió iniciar hace meses!
Y no inició. Porque la administración se quedó sin recursos, sin planeación, sin seguimiento y sin capacidad para cumplir el mecanismo ciudadano más básico y más vigilado: el Presupuesto Participativo. Y todo apunta, otra vez, al mismo problema: el Ayuntamiento improvisa y el alcalde administra a reacción.
Un gobierno ordenado gestiona. Un gobierno desordenado reacciona. Uno quebrado, improvisa. Y uno desesperado, anuncia obras que difícilmente podrá concluir. A eso huele el banderazo en el Tecnológico de Parral: a prisa, a presión, a circo.
Porque incluso si lograran terminar esa obra —lo cual ya se ve cuesta arriba— quedan pendientes dos proyectos completos que deben ejecutarse este mismo año por mandato legal. Dos proyectos prácticamente vírgenes. Dos proyectos que necesitan tiempo, recursos y planeación que hoy el Municipio no tiene. Y el reloj no perdona.
Mientras tanto, la confianza se gasta más rápido que el presupuesto, y el Participativo no es un favor, ¡es una obligación!
No es propaganda. Es un compromiso ciudadano. Y Parral está a días de convertirse en el primer municipio que incumple casi por completo un ejercicio que, por ley, debe ejecutarse dentro del año fiscal.
Si el (des)gobierno de Chava no logra terminar ni siquiera las obras que la misma ciudadanía eligió, la fractura en la confianza pública será mucho más profunda que un simple retraso administrativo. Porque aquí no solo se están quedando cortos en obra: ¡Se están quedando cortos en palabra!
Y nulos en credibilidad. Y ausentes en gobierno.



