El pasado 17 de junio el padre Javier Campos S.J. celebró sus 50 años de ordenación sacerdotal en compañía de la agrupación Esposas Cristianas en la ciudad de Monterrey, Nuevo León.
El religioso fue asesinado junto a Joaquín César Mora S.J.,el pasado 20 de junio al interior de una iglesia en Cerocahui, municipio de Urique, cuando un hombre que era perseguido por supuestos sicarios, se se refugió en el templo donde se encontraban ellos, quienes, al escuchar los disparos de arma de fuego, salieron y fueron testigos de la ejecución, y aunque conocían al asesino e intentaron calmarlo, fueron víctimas de él y también fueron asesinados.
En su homilía del pasado 20 de junio en Monterrey, Javier Campos declaró que «quien vive en el campo ve el amor, la ternura, la empatía que tienen con la naturaleza, ahí puedo entender el amor de Dios, de los momentos más agradables de mi vida ha sido acompañar a la gente en sus últimos momentos, quiero darle gracias a Dios de tanta alegría que me comunica el poder acompañar a la gente, sobre todo cuando la asesinan, cuando la gente muere acribillada o a balazos, y los indígenas transmiten la esperanza en el Dios de la vida».
«Mis hermanas gemelas como mi mamá me las presentó, dado que nacimos la agrupación y yo en el mismo año, es un gusto el poder compartir esta alegría de 50 años de estar al servicio del Reino, al servicio de Jesús», agregó aquel día.
Al celebrar medio siglo de ordenación sacerdotal, el presbítero dijo que cuando se vive en el campo hay mucha gente que no llega a entender, «hay gente que me ha tocado que vive en partes desérticas y llegan a mi parroquia y se toman una fotografía frente a un pino, una vaca, me ha tocado ver esta realidad de que los tarahumaras cuando regresan de un viajecito, vienen arrimándose a la casa y sale la chivita a recibirlos, así como sale el perrito cuando llega uno a su casa».
Recordó que el Papa nos dice que tenemos que tener el olor a oveja, «y yo creo que mi experiencia en la sierra es esto, tengo recorridos en 50 años, más de millón y medio de kilómetros andados porque las parroquias que he tenido es poca la población pero muy dispersas, y la gente agradece más que nada el que este uno cercano».
Cabe destacar que, como si supiera lo que pudiera pasarle, dio gracias a Dios por sus 50 años, «el poder acompañar a la gente y les digo, a veces son 10, 20 o 25 horas ir de mi parroquia a los pueblos más lejanos, quiero darle gracias de tanta alegría que me comunica el poder acompañar a la gente sobre todo cuando asesinan, cuando la gente muere acribillada, a balazos o por un parto, por un accidente, esa alegría que puedo compartir con ellos, esa tristeza que puedo convivir con ellos, esa esperanza que tienen en medio de la sequía».