¡Ni como ayudarlo! Es lo que comentan en el gremio periodístico e incluso en el político, ante el destello de sinceridad que tuvo el alcalde César Peña cuando fue insistentemente cuestionado sobre el tema que tanto evadió en Parral, acerca de los policías municipales al servicio de un particular, ¡pero no de cualquier particular!
Se podría decir que lo novatearon, pero el presidente municipal fue, durante muchos años, reportero, y sabe cómo presionar y orillar a que un funcionario caiga en la trampa en la que él, ingenuamente cayó al ser sometido a la misma pregunta hecha de distintas formas hasta que por fin confesó lo que antes negó y aseguró no saber: primero, que sí, que Alfredo Lozoya contaba con oficiales de Seguridad Pública como escoltas personales y en patrullas de las buenas, de las pocas que sirven; segundo, que sí hay vehículos blindados dentro del parque no-oficial de la corporación; y tercero, que sí es amigo del Caballo, pero que no, que ya no ejerce como presidente.
Derivado de lo anterior, surgen varias interrogantes: al confirmar el alcalde Peña que sí sabía y que siempre fue cierto que su antecesor gozaba de la protección de policías en activo, ¿significa entonces que, al estar a su servicio, también atendían sus instrucciones y, por ende, golpearon al hijo de Miguel Jurado por orden directa de Alfredo Lozoya, aún y cuando no deberían obedecer órdenes de civiles? Es pregunta. Como también lo es el por qué desde Seguridad Pública, vía oficio, negaron los hechos y pusieron a disposición de Asuntos Internos el asunto.
Es pregunta también cómo un funcionario de medio pelo como el director de Seguridad Pública, con un sueldo apenas mayor al de los otros directores de las dependencias municipales, de unos 35 mil pesos en números redondos, tienen para pagar un blindaje que podría rondar el millón de pesos y, aún contando con el recurso, por qué habría de pagarlo él si su puesto, como máximo garante de velar por la paz de la población, podría requerirlo y, por ende, solicitar que le asignen un vehículo con tales características. ¡Es más! Dando por buena la versión de Peña, en el sentido de que la Silverado fuese propiedad de Payán Mendoza, entonces cualquier otro agente puede meter su automóvil, si así lo deseara, a patrullar.
Dice César Peña que no es utilizado en labores de patrullaje y que únicamente le da uso de transporte particular de su casa a la corporación y viceversa, pero hay registro de que fue detenido e inspeccionado por el Ejército, precisamente por el «malentendido» de conducir una camioneta blindada sin logotipos ni números económicos, hasta que se identificó como director de la policía municipal.
Además de la Chevrolet, el Dodge Charger negro no es nuevo, ni de modelo ni en el parque vehicular, aunque no pertenezca al Municipio. La primera vez que se le vio circulando fue en 2014, a la cabeza de la caravana en la que desfilaba Alfredo Lozoya en la Cabalgata Villista, con luces destellantes azules y rojas como las que utilizan los vehículos de emergencia, aunque en ese entonces ni Alfredo ni César estaban en el servicio público. Era Miguel Jurado Contreras el presidente municipal, y el Caballo participaba en los eventos de las Jornadas Villistas como invitado. Así que ese automóvil nunca ha pertenecido a Seguridad Pública, pero lo usan como si lo fuera.