Guadalupe y Calvo sigue batiendo récords de violencia. Esta columna no busca asustar, sino evidenciar una preocupante disonancia entre la gravedad de la crisis y la respuesta, o más bien la ausencia de ella, desde lo más alto del gobierno municipal.
Esta semana, el secretario general de Gobierno, Santiago De la Peña Grajeda, llamó a reunirse con la alcaldesa Ana Laura González Ábrego tras su mensaje en redes aecra de los enfrentamientos armados que han mantenido en vilo a los habitantes. El objetivo – de De La Peña – no era menos que “escuchar sus razones y fortalecer la coordinación institucional”. Se trata de una acción que, en otros tiempos, habría sido aplaudida. Hoy, sin embargo, ocurre en un contexto en donde la alcaldesa permanece reclusa, mientras su municipio arde.
Raro resulta que los diputados locales de Morena ventilaron hace apenas unos días que no les había sido posible establecer contacto con la presidenta, pero hasta ahí quedó. No hubo punto de acuerdo ni exhorto en el Congreso del Estado de la segunda mayoría parlamentaria. Pero si la situación sucediera en algún municipio gobernado por el PRI o por el PAN, ya estarían exigiendo la renuncia del alcalde.
Hace días señalamos ya que la Presidencia lleva cerrada desde el 2 de julio y que González Ábrego ha optado por resguardarse en su casa bajo custodia de la Guardia Nacional. Esto, según ella, por seguridad. También dijo que solo 4 o 5 negocios han cerrado, que no existe desabasto de alimentos y que la situación está “bajo control”. Pero estas afirmaciones contrastan con la caída de ventas cercanas al 50%, comercios cerrados y calles desiertas .
Mientras esto ocurre, policías municipales y de vialidad, según versiones extraoficiales, podrían haber renunciado —otro indicador de crisis institucional que la alcaldesa ignora— y se desalojó al personal del Ayuntamiento sospechando un ataque armado.
Ahora, después del llamado estatal, surgen más dudas que certezas. ¿Por qué sigue cerrada la Presidencia? ¿Son suficientes los protocolos bajo resguardo domiciliario? ¿Se ha despedido personalmente a los policías que renunciaron? Y lo peor: comienzan a tomar fuerzas de que la alcaldesa iba con toda la intención de aventar el arpa en Palacio de Gobierno, pero no sucedió. Si era cierto, ahí quedó. Y si no lo era, igual ahí quedó. Ella, González Abrego, ya renunció una vez, siendo candidata, por la misma razón: la inseguridad, así que no estaría de dudarse que quisiera abandonar la responsabilidad.
Gobernar no es ver tu municipio desde la distancia, ni delegar tu papel como representante. Gobernar es estar presente. Es atender personalmente y con tu rostro el miedo y las necesidades de tu gente, no escudarte tras rezos o excusas. La ciudadanía no pide heroicidad, quiere saber que no está sola.
Y no, no pretendemos que aborde una patrulla, pero es hora de que la alcaldesa salga del silencio, que respete a los 170 elementos federales desplegados en su municipio, que reciba a los diputados de Morena cara a cara, y que muestre real interés por la seguridad, la economía local y el tejido social.
Porque si el Estado, el partido en el poder y el gobierno local ignoran lo que realmente sucede, Guadalupe y Calvo no solo seguirá marcada por la violencia: quedará marcada por la ausencia institucional. ¿Será ella capaz de romper el silencio o preferirá seguir delegando sus obligaciones en el vacío?