El encabezado original de esta entrega fue pensado como «Guadalupe y Calvo: Tierra de nadie», pero luego de darle vueltas por unos minutos, nos dimos cuenta que sería erróneo, porque sí es de alguien. El crimen organizado se ha apropiado de ese municipio serrano, para poner temprano los puntos sobre las íes.
Las constantes balaceras a todas horas, el desplazamiento de un centenar de familias -negado por el fiscal César Jáuregui- que ha convertido en verdaderos pueblos fantasma varias comunidades; las extorsiones y ejecuciones, hasta lo más estridente de los últimos días: los dronazos, como se refieren a los ataques con artefactos explosivos contra agentes estatales y militares.
La negación no desaparece la realidad, ni la saliva combate el problema, ni los litros de café en las Mesas de Seguridad frenarán las ejecuciones. Urge la aplicación de estrategias efectivas más allá de los boletinazos llenos de nada, de párrafos que no dicen absolutamente nada.
Apenas «despliegan un operativo» cuando matan a otro; mal atienden una ejecución cuando se registra un enfrentamiento armado. Ningún detenido. Cuando mucho algún campamento destruido convenientemente abandonado. Un decomiso de droga. Una pistola o un rifle encontrados en tapias o entre matorrales. Una camioneta incinerada. ¿Y los que le prendieron fuego? ¿Y los que dispararon? ¿Y los que levantaron el campamento? ¿Y los que dejaron ahí tirados -ajá- los costales con enervantes o los paquetes con metanfetaminas que se encuentran las Células Base de Operaciones Interinstitucionales, como rimbombantemente han bautizado a los patrullajes?
El fiscal General del Estado, César Jáuregui Moreno, mantuvo la negación sobre los desplazamientos forzados hasta que no pudo hacerlo más por evidente que resultó. ¿Cómo poder ocultar a 100 familias que están llegando principalmente a Parral, despavoridos por la inseguridad en Guadalupe y Calvo?
Nadie habla de los más de 300 años que tiene el municipio, ni del Cerro del Mohinora, ni de la Casa de Moneda o de los muchos atractivos turísticos que hay en aquel lugar que, tan solo por estar en la Sierra, lo hace emblemático. Es triste que, en lugar de que en diciembre se celebre que su nombre es una combinación del de la Virgen de Guadalupe y el apellido del exgobernador de Chihuahua en 1838, José Joaquín Calvo, sea más conocido por las balaceras y los convoy de sicarios que, por estar en el triángulo dorado -porque de «bondad» no tiene nada-, resulta estratégico para los señores del mal.
Si un cadáver colgado en el arco de entrada al municipio resulta escandaloso, tres ya son una burla en las narices de la Fiscalía y de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal, cuyo titular, Gilberto Loya, desacreditó los dronazos diciendo que eran detonaciones del fusil semiautomático Barrett calibre 50, cuyo estruendo al dispararlo se confundía con una bomba, pero que no era eso, «que Guadalupe y Calvo no estaba como Sinaloa», como si eso significara consuelo alguno. Al igual que al fiscal Jáuregui, a Loya le duró poco el intento de ocultar la realidad, porque al final del día tienen que salir a la prensa a aceptar que sí eran artefactos explosivos colocados en drones para dirigir ataques a las células BOI.
Nadie ha hablado de la falta de agua y no dicen nada de los muy constantes cortes de luz que no hace la CFE. Los pocos habitantes de las comunidades que se han resistido a dejar sus hogares, viven a diario la zozobra de no poder siquiera «bajar» a la cabecera a comprar la despensa y comen lo que pueden, pero, como ya lo dijimos, sin agua, sin luz, sin señal de teléfono. ¿Qué será peor, eso o el desplazamiento?
Y mientras, el «jefazo», como le llaman a César Jáuregui, encampañado por la candidatura del PAN para la alcaldía de Chihuahua, mostrándose sonriente en fotos y Gilberto Loya queriendo lo mismo pero para Ciudad Juárez. Y si regionalizamos, el fiscal de Distrito Zona Sur, Juan Carlos Portillo, en pleno hallazgo de los colgados y de los cuatro o cinco dronazos a las células BOI, él paseándose en razer.
Ni Madera en sus peores tiempos estuvo como está ahora Guadalupe y Calvo. Y por las mismas anda Guachochi.