Hoy al mediodía serán sepultados en el atrio de la iglesia de esta población los cuerpos de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, asesinados a balazos el pasado 19 de junio en el interior de la misma iglesia.
Los misioneros católicos fueron ultimados a balazos por el criminal José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, quien lidera en la zona (municipio de Urique) una facción del grupo delictivo Gente Nueva de los Salazar, rama del Cártel de Sinaloa.
Junto con los clérigos fue asesinado el guía de turistas Pedro Palma.
Los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, de 81 y 79 años de edad, serán recordados por la comunidad de Cerocahui como dos mártires y sus cuerpos serán enterrados hoy en la misma iglesia en donde hace una semana fueron asesinados a balazos.
“Experimentamos el dolor por perderlos, alegría de encontrarlos, y esperanza, porque esperamos que su muerte sea para algo bueno, que lo que viene sea mejor… y ya llegaron de donde salieron, de aquí se los llevaron muertos, a balazos”, dijo el sacerdote jesuita Sebastián ayer al recibir los dos cuerpos en la iglesia San Francisco Xavier, en el poblado ubicado en el municipio de Urique, Chihuahua.
Ambos religiosos fueron asesinados por José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, miembro del grupo delictivo Los Salazar, del Cártel de Sinaloa, quien la mañana del mismo 20 de junio privó de la libertad a dos habitantes de Cerocahui, municipio de Urique, con quienes había tenido un altercado el fin de semana debido a un partido de beisbol.
Se dijo que más tarde privó de la libertad al guía de turistas Pedro Palma, quien logró escaparse y llegó desorientado a refugiarse a la iglesia de San Francisco Xavier, donde le disparó, por lo que el padre “Gallo”, como llamaban los rarámuri a Campos Morales, acudió a darle apoyo espiritual al moribundo, pero también fue atacado a balazos. Y cuando el padre “Morita” trató de dialogar con él también fue asesinado.
“El Chueco”, por quien la Fiscalía General del Estado (FGE) de Chihuahua ofrece hasta 5 millones de pesos, ordenó a sus hombres que se llevaran los tres cuerpos, que fueron encontrados dos días después por las autoridades estatales en una comunidad llamada Pitorreal, ubicado aproximadamente a 80 kilómetros de distancia rumbo a Creel.
La tarde del sábado los dos religiosos regresaron a la Sierra Tarahumara, por lo que fueron recibidos en Creel, de donde partieron la mañana de ayer en una caravana resguardada por elementos de la Policía estatal.
A bordo de dos carrozas, los religiosos pasaron por el sitio en el que fueron encontrados sus cuerpos, entre altos pinos y trozos de madera quemada, cuyo rastro de su hallazgo ya fue borrado por las lluvias, aunque todavía permanecen guantes y los cordones utilizados por los peritos forenses.
Primera parada, San Rafael
Por la misma carretera de Creel a Cerocahui, la primera parada fue en San Rafael, donde desde temprano sus habitantes, rarámuri y mestizos, limpiaron y colocaron globos en las calles de la comunidad.
Mientras dos hombres tocaban el violín y la guitarra, un grupo de mujeres indígenas recibió los cuerpos con danzas en la entrada de San Rafael, por donde encabezaron la caravana, resguardada por elementos estatales.
Partieron hasta Bahuichivo
Después partieron hasta Bahuichivo, otra comunidad enclavada en la baja tarahumara, donde fueron recibidos también con globos y playeras blancas, hasta llegar a El Paso de la Virgen, un sitio ubicado junto a la carretera en la que se encuentra una capilla a la Virgen de Guadalupe.
En ese punto, los sacerdotes fueron recibidos y acompañados cerca de 14 kilómetros hasta su llegada a Cerocahui, a donde arribaron en medio de una tormenta, entre cánticos llenos de tristeza por su muerte pero también de devoción de los creyentes.
Las mujeres se encargaron de cargar el féretro del padre Javier y los hombres el del padre Joaquín hasta el altar, en el que todavía permanecen dos veladoras en el sitio donde quedaron tirados sus cuerpos tras haber sido asesinados por “El Chueco”.
“Los recibimos entre todos, con violines, guitarras, cantos y todo, sube el alma al cielo. Nosotros bailamos conforme a nuestra cultural, le damos comida al espíritu, porque sabemos que al momento de llegar ellos llegan con hambre, como no se les ha dado comida en el transcurso entonces llegando se les ofrece comida, de lo que a ellos les guste. La comida también se comparte”, narró una rarámuri encargada de organizar el adiós de los sacerdotes.
Realizan danzas
Como indica su tradición, durante toda la noche los tarahumaras realizaron la danza de Matachines y Pazcoles, alrededor de los cuerpos, además de compartir la comida, para despedirlos hoy.
“Cualquier espíritu de un cuerpo, cuando fallece alguien que sale fuera, cuando llega a su casa se le brinda la comida para que coma. También se comparte, se ofrece la comida, nosotros a cualquier persona que llegue se le ofrece comida, por si llega con hambre, por si llega cansado; es igual, es un espíritu vivo que está entre nosotros, y le damos comida para que descanse, platicamos con ellos, le decimos ‘descansa, ya llegaste’. Y es lo más bonito, que platique uno con ellos”, agregó quien pidió omitir su nombre por temor a la violencia.
Explicó que en la baja tarahumara tienen muchas danzas, “la danza Del Venado, Del Borrego, Del Conejo, Del Gallo, De la Ardilla, y al padre ‘Gallo’ era lo que le gustaba, las danzas. Al padre le gustaba mucho el Yumaré, es una danza especial, ésa no se baila en donde quiera, se baila en casos especiales, como cuando sube el alma al cielo, le damos comida a las almas, bailamos a medianoche, le hacemos el sahumerio con incienso puro, es un remolino de piedra, y uno pone brazas de encino, y los más allegados, como toda la familia, le hace el sahumerio al cuerpo, empieza la purificación. Y eso era lo que a el padre ‘Gallo’ le gustaba mucha”.
Ritual de purificación
“Vamos a hacer un ritual de purificación, se deshonró, se violentó, se faltó al respeto a Dios y a la vida de nuestros hermanos”, lamentó el padre Sebastián antes de iniciar el sahumerio con incienso, alrededor de los ataúdes y sus fotografías, así como en el sitio en donde quedaron tirados sus cuerpos.
“El padre ‘Gallo’ era como nuestro papá, era nuestro guía. Le gustaban mucho las danzas, siempre estaba para nosotros”, recordó otra habitante del poblado quien lamentó que las autoridades hayan puesto atención en la violencia que se vive en la Sierra Tarahumara hasta que fueron asesinados los sacerdotes.
“Ese señor siempre andaba aquí muy mal, nunca había hecho algo así, pero todos le teníamos miedo… pero no puedo dar entrevista, porque no me quiero morir», dijo.
Hoy los rarámuri amanecerán danzando para luego hacer las dos fosas en el atrio de la iglesia, donde serán enterrados, mientras que decenas de militares y elementos estatales resguardan la comunidad en la que fueron asesinados y sus alrededores.
Experimentamos el dolor por perderlos, alegría de encontrarlos, y esperanza, porque esperamos que su muerte sea para algo bueno, que lo que viene sea mejor… y ya llegaron de donde salieron, de aquí se los llevaron muertos, a balazos”
Sebastián
Sacerdote jesuita
Información de El Diario de Chihuahua