Se dice que, para poder emitir una crítica sobre alguien, sobre todo de su desempeño, hay que ponerse en sus zapatos para, desde una visión empática, saber por lo que esté pasando y entonces, emitir un juicio concienzudo que refleje cómo sería ser esa persona.
Hace unos días, dos encumbrados empresarios platicaban en la capital del Estado, luego de leer la nota periodística en un periódico de circulación estatal, sobre una golpiza a cargo de «poli cholos”, ordenada por el ex alcalde de Parral, Alfredo Lozoya, a un civil, hijo de un excandidato a la Presidencia con quien guarda rivalidades de tipo personal desde hace, al menos, un lustro, y decidió desquitarse con uno de sus pupilos.
- ¿Ya viste lo que pasa en Parral?, preguntó uno de ellos a su compañero.
- “Ya”, respondió su interlocutor, al tiempo que aseguró que el alcalde de Parral -el actual- es el hazmerreír de todo Chihuahua. Así lo dijo, pero nos reservamos los nombres de quienes exponían, sin saber delante de quien, opiniones muy personalísimas sobre la política de la capital del mundo, que no de lo bueno.
Parral se ha convertido en un nido de políticos perversos buenos para los negocios, “representados”, así entre comillas, por un presidente municipal sumamente limitado, sin conocimiento de causa ni de lo que sucede a su alrededor, o al menos así lo expresa por conveniencia; sin absolutamente ninguna tabla política y que está provocando el hundimiento de la imagen de Movimiento Ciudadano, partido por el que llegó al poder, misma que, hay que reconocerlo, construyó meteóricamente el Caballo Lozoya durante dos periodos como alcalde con altísima aceptación en la población, tanta que lo llevó a guardar el récord del más votado en la historia de Parral: 4 a 1 contra su último contendiente, el priista José Luis Martínez, en el 2018, que, en números cerrados representaron unos 8 mil votos contra más de 32 mil.
De la enorme popularidad con la que gozaba Alfredo Lozoya derivó el triunfo, apretado, pero triunfo a final de cuentas, de César Peña Valles, mismo que llegó con manos, pies y boca atados, sin poderlos mover salvo autorización expresa. Él, Peña, y el único diputado de Movimiento Ciudadano, Pancho Sánchez, se han convertido en una burla y han denigrado la política parralense, con fama estatal de una especie broma recurrente entre las altas esferas de quienes manejan los hilos en el Estado, y lo más lamentable es que ellos no saben que no saben.
El geoestratega es el responsable de desarmar al Caballo, quitándole la fortaleza que le dio proyección en un inicio: verdaderos operadores en cuestión de comunicación social que todo lo convertían en “histórico” y “nunca visto”, en contraste con lo que sucede hoy en día, que cualquier error se catapulta a escándalo estatal y no existe en el equipo naranja un apagafuegos que le entre al quite y minimice o desaparezca los saldos negativos o los traduzca en positivos.
Según las encuestas de medición de popularidad, 7 de cada 10 parralenses no quieren que César se reelija y no aprueban su gestión (¿cuál?), por lo que MC está ahora más abajo que el PRI y el PAN, con un 13% de potenciales votantes.
Por eso nos referimos a los zapatos de César Peña, no a los distintivos de charol que frecuentemente utiliza, sino a la analogía literaria de la figura que representa contra la que proyecta. Un alcalde sin voz ni voto, sin capacidad de proponer, de hacer y ni de ordenar. No hay ya un solo funcionario que le haga caso, y el par que tenía se los sacaron de nómina apenas transcurrido el primer año de administración. Y cuando ha osado hacer algún nombramiento, más tarda en anunciarlo que en lo que se lo tumban. Ha de ser denigrante estar en esos zapatos que tienen que aguantar a Hugo Bueno, a Omar Payán, a César Gutiérrez y a Héctor Díaz, que le han causado agravios en el pasado y llegan a puestos clave con todo y el pataleo y las lágrimas derramadas. Es la instrucción y se acata.
Más clavos al ataúd político: la pésima organización de las Jornadas Villistas que deberían conmemorar el centenario de la muerte de Villa y que pasaron con más pena que gloria; con (todas) las obras inconclusas, deficiente recolección de basura, desorganización, desvío de recursos para beneficios de particulares, el sospechosismo de la remodelación de la Tumba de Villa y la cachetada de la gobernadora Maru Campos a los políticos locales que, cada que tiene oportunidad, cede todo el mérito como gestor real al diputado Edgar Piñón, otorgándole incluso un reconocimiento en las barbas del geodiputado y delante de nada menos que del líder nacional de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado.
Pero Peña Valles pareciera no inmutarse y en cuanto se va Maru de la ciudad, descaradamente presume que es él quien gestionó los recursos de la Puerta del Tiempo, del Periférico y del Estadio de Béisbol; aunque luego recula sin mayor recato y le cuelga la medalla a Francisco Sánchez. ¿Así o más patético?
Si somos realistas, Alfredo Lozoya fue, además del primer presidente independiente, uno que rompió paradigmas en la ciudad, imagen que le costó cinco años construir, pero que César le minó en solo 12 meses. No le supo cuidar el changarro y ya le precalifican como el peor alcalde de la historia en Parral, lo que arrastra al Caballo a una terrible crisis de credibilidad y desprestigio. “No eres tú, soy yo”, podría justificarse Peña.
A lo anterior, habría que sumarle el escándalo en el que está inmersa Seguridad Pública con sus policías municipales golpeando ciudadanos, ya sea por orden de un civil sin autoridad, o porque ya tienen las pulgas muy de cerca y a cualquiera le dan sus calentadas. ¡Hasta una mujer fue agredida físicamente por un elemento perteneciente al programa “Puerta Violeta”, ese que presume Peñita como ejemplo para combatir la violencia de género y la familiar! Peor aún son las declaraciones de un alcalde que asegura no importarle ni conocer el tema, por estar concentrado en la obra pública. ¿Cuál?
Muchos quisieran ponerse los zapatos de presidente municipal, pero no en los del alcalde César Peña, que no es lo mismo. Esto último es degradante, vergonzoso y de burla, por decir lo menos.