Redacción de ‘El Papelerito’
A lo largo de los 220 kilómetros que separan a Chihuahua capital de Hidalgo del Parral, la llamada vía corta volvió a mostrar una realidad muy distinta a la descrita en los comunicados oficiales que anuncian un ambicioso Operativo Blindaje Carretero para combatir el robo de vehículos.
En un recorrido realizado por El Papelerito, la presencia de las corporaciones de seguridad resultó escasa, dispersa y, en algunos tramos clave, prácticamente simbólica, justo en zonas que arrastran un historial reiterado de asaltos con violencia.
El trayecto inició en el entronque Chihuahua–Cuauhtémoc–Parral, donde únicamente se observaron dos patrullas de la Guardia Nacional circulando juntas con torretas encendidas, pese a que en ese punto no se tienen registros recientes de hechos delictivos de alto impacto.
Más adelante, entre Chihuahua y Satevó, apareció una sola patrulla de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, con cuatro agentes a bordo, avanzando sin códigos encendidos y sin realizar labores visibles de vigilancia o revisión.
La situación se volvió más evidente en los tramos considerados de mayor riesgo, como los entronques a Satevó y Valerio, así como el paso por Valle de Zaragoza, sectores donde se han documentado robos de vehículos, asaltos armados y despojos violentos en meses recientes.
En estos puntos, la supuesta estrategia de blindaje se limita a la colocación de tres centros de monitoreo móvil “Escorpión” de la Plataforma Centinela: uno en la gasolinera de Satevó, otro en el entronque a Valerio —una zona sin señal de telefonía celular— y uno más en Valle de Zaragoza.
Sin embargo, ninguno de estos puntos contaba con presencia permanente de elementos de seguridad. En Valle de Zaragoza, el llamado punto de inspección se reducía a tres conos naranjas sobre la cinta asfáltica y una lona impresa, sin agentes, sin patrullas y sin control alguno.
Aunque los comunicados oficiales destacan el uso de tecnología como eje central del operativo, en los hechos la videovigilancia por sí sola no impide los atracos, ni garantiza una reacción inmediata, especialmente en tramos donde la cobertura de comunicación es limitada o inexistente.
Los propios antecedentes en la vía corta muestran que los robos continúan ocurriendo pese a la instalación de cámaras, lo que pone en duda su capacidad real para inhibir a grupos delictivos que conocen perfectamente los tiempos de respuesta y las zonas sin vigilancia física.
Mientras los boletines hablan de presencia permanente, puntos estratégicos y coordinación interinstitucional, en la carretera la realidad es otra: largos tramos sin patrullaje visible, puntos de control abandonados y una vigilancia que, para el automovilista, no se percibe ni cercana ni disuasiva.
El contraste entre lo anunciado y lo observado deja una pregunta abierta para quienes transitan diariamente esta peligrosa ruta:
¿el blindaje existe en los comunicados o en la carretera?
Porque, al menos en este recorrido, el “operativo” se redujo a tres conos, una lona y la esperanza de no cruzarse con la delincuencia.



