La última entrega de este drama político presenta a José Ángel Rivera, quien, como un actor oportunista, ha decidido abandonar su papel de “Regidor Ciudadano” para unirse al elenco de Movimiento Ciudadano. Otro paso más en su carrera cambiante.
Esta traición flagrante no solo afecta a las fuerzas políticas en juego, sino que también deja un regusto amargo en la boca de la ciudadanía, una sensación de engaño y desilusión que no se puede ignorar.
Si deseamos ver una política que refleje verdaderamente las necesidades de la comunidad, es imperativo que exijamos responsabilidad a los políticos que optan por traicionar la confianza de los votantes. La política debe ser una vía para el progreso, no un escenario para la hipocresía y el oportunismo. Solo cuando nos levantemos y demandemos un cambio real podremos esperar ver una transformación en el sistema que nos represente de manera auténtica y efectiva.
En este triste escenario donde el chapulineo y la distracción parecen ser la norma, no podemos dejar de mencionar a otro personaje clave: la síndica municipal, quien se encuentra desempeñando el papel de un jarrón decorativo, mientras la verdadera labor queda desgastada y relegada a un segundo plano. Alma Portillo, en lugar de enfocarse en su responsabilidad y deber hacia la comunidad para exigir transparencia al poder y ventilar las tantas omisiones e irregularidades, como las agresiones de policías a ciudadanos, de las que se deslindó echándole la pelotita al director de Seguridad Pública; o las unidades particulares, blindadas, polarizadas y con placas extemporáneas que forman parte extraoficial del parque vehicular de la corporación, o muchos etcéteras más, parece más interesada en seguir tendencias superficiales en un intento de complacer a los asesores políticos.
Por otro lado, ha pasado casi un mes desde el final de las que podrían considerarse como las peores Jornadas Villistas en la historia, y la ciudadanía sigue en la oscuridad en cuanto a las “ganancias” y los resultados de este evento. Esta falta de transparencia y responsabilidad solo amplifica la sensación de que los políticos están más preocupados por su imagen y su posición que en rendir cuentas a aquellos a quienes, se supone, sirven.
Un tercer personaje no puede pasarse por alto: el “presidente municipal”, así entrecomillado, en su papel de gerente obediente, mientras los ciudadanos esperan liderazgo y acción en beneficio de la comunidad, pero César Peña, a pesar de haber resultado electo por los parralenses, está permanentemente preocupado y ocupado en acatar las órdenes y complacer a aquellos que se encuentran detrás del telón, en lugar de enfocarse en las necesidades reales de quienes lo eligieron para representarlos, aunque haya sido el alcalde menos votado de la historia.